4/5

EE.UU., 2015, 92 min.
Título original: The Witch.
Dirección: Robert Eggers.
Guion: Robert Egggers.
Elenco: Anya Taylor-Joy, Ralph Ineson, Kate Dickie, Harvey Scrimshaw, Lucas Dawson, Ellie Grainger, Julian Richings, Bathsheba Garnett, Sarah Stephens.

Con el cartel de ganadora del premio a Mejor Director y alabada en el último Festival de Sundance llega ‘The Witch’, primer largometraje del norteamericano Robert Eggers, una producción de época de terror independiente que ya la consideran como una de las mejores películas estrenadas el presente año.

En pleno siglo XVII y tras el desembarco de los primeros colonos británicos a América del Norte, una familia muy creyente y puritana que habita en una localidad de Nueva Inglaterra, EEUU, ve cómo su núcleo familiar comienza a descomponerse debido a una desconocida fuerza maligna. Esa es la simpleza del argumento de ‘The Witch’ y con el que Eggers hace magia para componer uno de los filmes más estremecedores del género del terror de la última década, al que ya le ponen la chapa de “clásico contemporáneo”, principalmente por su habilidad en el relato y el extraordinario manejo de la tensión a lo largo de toda la película. El miedo a lo desconocido, que tras el intento de un renacer familiar, se comienza a apoderar de lo más sagrado con lo que cuentan, donde los peores demonios nos invitan, como espectador, a someternos a un relato febril marcado por el horror de lo onírico en una atmósfera absolutamente delirante.

Orson Welles (‘Citizen Kane’), Sam Mendes (‘American Beauty’), Alejandro Amenábar (‘Tesis’) y Richard Kelly (‘Donnie Darko’) son sólo algunos de los ejemplos de directores que demostraron tras su primer filme tener una capacidad innata para contar historias y llevarlas a la pantalla con la precisión técnica y narrativa de un veterano del cine. Robert Eggers se suma a este selecto grupo con ‘The Witch’, una cinta que a pesar de su escaso millón de dólares de presupuesto y su acotado reparto consigue mantenernos al borde de la butaca durante sus 93 minutos de duración.

No hablamos de fantasmas ni asesinos en serie ni zombies que amenazan a la ciudad. Hablamos de miedo, miedo a lo desconocido cuando las reglas del juego tiene formas divinas y la fe es todo lo que mantiene a una familia con la esperanza de una vida mejor. Cuando vivir en pecado se convierte en un modelo para sobrellevarlo todo y confesarse a diario te excomulga de cualquier pensamiento oscuro, cuando los errores y la mala fortuna sólo encuentran respuesta en un castigo divino como algo que “nos toca porque Él algo nos tiene preparado”, es cuando el miedo se apodera del cuerpo y el alma. ‘The Witch’ nos habla de eso y los temores de cada uno de los integrantes de esta familia atormentada por la desaparición del menor de los hijos, en un bosque embrujado que esconde entre sus ramas al verdadero demonio, el terror de lo desconocido y la penitencia por los malos actos. Todo esto lleno de metáforas y elementos bíblicos que potencian el relato, dándole valor en su significado y connotando las intenciones del director.

En Thomasin (Anya Taylor-Joy), la mayor de las hijas, es en quien recae todo el peso dramático de la cinta, quien es apuntada por su propia familia como la causante de todos los males, a raíz de una brujería. La joven actriz argentino-británica sorprende con un trabajo extenuante y muy convincente, mientras que tanto Ralph Ineson (‘Kingsman: The Secret Service’) como Kate Dickie (‘Red Road’) representan fielmente el espíritu extra religioso de las familias de colonos asentadas en esos pueblos casi inhabitables. Incluso los pequeños Caleb (Harvey Scrimshaw), Mercy (Ellie Grainger) y Jonas (Lucas Dawson) resultan absolutamente creíbles a pesar de sus cortas edades.

En ‘The Witch’ se respira frío y se tose por la tierra. Se huelen las siembras y el estiércol. Se oye al bosque respirar y a la casa crujir como pidiendo auxilio. Desde este delicado trabajo de arte muy bien logrado, pasando por la escalofriante fotografía y los estridentes sonidos de cuerdas a cargo de Mark Korven (‘Cube’), conspiran para que el inteligente relato del filme encuentre la solidez necesaria, donde la tensión y el miedo aumentan con ritmo, en un cuento de hadas asfixiante como la peor de las pesadillas, con el peor temor que cualquier otro: a lo que puede pasar y para lo que nunca estamos preparados.

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