‘The Shallows’ (2016) de Jaume Collet-Serra

Por Wladimyr Valdivia W.
07/08/2016

☆☆☆☆☆ 3.5/5

EE.UU., 2016, 187 min.
Título original: The Shallows.
Dirección: Jaume Collet-Serra.
Guion: Anthony Jaswinski.
Elenco: Blake Lively, Óscar Jaenada, Brett Cullen, Sedona Legge, Janelle Bailey, Angelo Lozano Corzo, José Manuel Trujillo, Diego Espejel.

El director español Jaume Collet-Serra le da un respiro a Liam Neeson tras ‘Unknown’ (2011), ‘Non-Stop’ (2014) y ‘Run All Night’ (2015), para enfrentarse a un desafío mayor. Porque siempre es un riesgo filmar una película con una cantidad mínima de actores en pantalla y, peor aún, utilizando una sola locación para llevar a cabo todo el metraje de la cinta. Esto es lo que tenemos con ‘The Shallows’ (‘Miedo Profundo’ o ‘Infierno Azul’ en otros países), su séptimo largometraje.

La trama es bastante simple: una surfista, de aparente experiencia y con conocimientos médicos, llega a disfrutar de una paradisiaca playa mexicana, sola, junto a su tabla. Tras algunos minutos en el mar, y en la soledad del infinito océano, un tiburón la acecha y la obliga a mantenerse sobre unas rocas, en medio de la inmensidad del mar. De aquí en adelante, el objetivo sólo es sobrevivir.

Desconozco si la intención del director era o no conseguir un trabajo que nos evocara el Cine B o las producciones de la casa Asylum. Acercándome más a la primera opción, quiero creer que sí. Esto resulta determinante para hablar sobre la calidad de su cinta y el grado de verosimilitud de su historia. Lo cierto es que ‘The Shallows’ rápidamente destaca por dos elementos que siempre funcionan: una actriz-modelo en bikini, y un villano que se carga el peso de la película a pesar de sus acotadas apariciones.

En el primer tercio se desarrolla el argumento principal y nos dejan claro, con cierta facilidad y mucha obviedad, el estado mental de Nancy (Blake Lively), la protagonista, su historia familiar y su personalidad de mujer moderna y dominante. Lo siguiente son cincuenta minutos de una tensión muy bien conseguida gracias, principalmente, a una dirección experta y una evolución más que correcta, tanto de la historia como del personaje de Lively, que crece junto al avance del metraje. Todo esto funciona, repito, si entendemos a ‘The Shallows’ como una cinta que homenajea a esa infinidad de títulos que tienen a un tiburón (o a un tornado de tiburones, o a un tiburón mutante) en su afiche principal.

Evidentemente su producción es superior a las recién mencionadas, y tampoco pretende ser una parodia, pero es inconsistente la realidad que a ratos intenta sostener contra las siempre indeseables malas decisiones tomadas por los personajes o las reacciones que bordean lo ridículo para ciertas situaciones, aunque podemos terminar entendiendo que, muchas veces, la confianza y el relajo ante escenarios que no debieran ameritarlo se deban a la forma de vida y espíritu aventurero de la protagonista, el mismo que finalmente le permita intentar dar todo para salir con vida de esta odisea. De cualquier forma, siempre esperamos que nuestra ingenuidad como espectadores, sea respetada y no abusada.

‘The Shallows’, tras una puesta en escena minimalista, una excelente fotografía, una correcta interpretación de Blake Lively (‘Gossip Girl’, ‘The Age of Adaline’) y una gran clase maestra de conducción de la tensión; esconde una cinta inverosímil de guion forzado, que abusa del jump cut en su edición de manera innecesaria, que presenta un tiburón extremadamente digital, y que nos queda debiendo una banda sonora a la altura. Un sabor de boca extraño, con sabor a placer culpable, es el que nos deja, al saber que presenciamos un filme que nunca nos exige nada, que puede incluso tomarnos por tontos, pero que lo terminamos tragando y aceptando con facilidad principalmente por ese mismo resultado básico: ‘The Shallows’ es una película que sabemos no cambiará el mundo, que se promocionó como la quintaesencia de los tiburones en el cine y falla en eso, que la reconocemos como simple, predecible, sin grandes sorpresas, poco creíble y desechable, pero que finalmente resulta inevitable disfrutarla, hasta su último minuto en pantalla.