3.5/5

Reino Unido, 2022, 100 min.
Título original: Men.
Dirección: Alex Garland.
Guion: Alex Garland.
Elenco: Jessie Buckley, Rory Kinnear, Paapa Essiedu, Gayle Rankin, Zak Rothera-Oxley, Sarah Twomey.

El año 2015, el director y escritor británico Alex Garland sorprendió al mundo con su ópera prima ‘Ex Machina’, recibiendo su primera nominación a los Premios Oscar a mejor guión. Tras otra excelente segunda producción estrenada en 2018 directamente en Netflix (‘Annihilation’), ahora, de la mano de la productora A24, presenta ‘Men’, donde nuevamente el terror psicológico conduce el imaginario de un realizador que siempre toma riesgos y exige de nuestra capacidad de entender al mundo y su comportamiento.

Harper (Jessie Buckley) decide tomarse unos días de descanso en una apartada cabaña tras la trágica muerte de su marido. En el lugar, el extraño dueño de la casa y cada uno de los escasos lugareños comienzan a convertir la estadía de Harper en una pesadilla, mientras ella intenta lidiar con los fantasmas del desamor y la culpa.

El cine de Garland ha demostrado ser poco convencional a la hora de construir sus historias, haciendo uso de la ciencia ficción o el terror para ahondar en la conciencia humana, con temáticas mucho más profundas de lo que aparentan, mientras que -como buen novelista-, el director desarrolla personajes que siempre bordean las emociones. ‘Men’ es una cinta que bien podría estar dentro del reciente y pretencioso nuevo término denominado elevated horror (terror elevado), que intenta justificar al terror de autor más exigente, cuando en realidad la creatividad y calidad siempre han existido dentro del género, solo que sin el hype y la capacidad comercial de estos días.

‘Men’ habla del dolor y la culpa, a través de una protagonista incapaz de superar una sorpresiva pérdida. Es en esta progresión dramática donde conectamos con facilidad con Harper, mediante un relato que, con drama y cierta dosis de humor negro, expone los hechos con claridad y la excelsa capacidad del director para la narrativa visual, una de sus cualidades más sorprendentes. De aquí en más, la historia nos conduce a los terrenos del folk horror surrealista, el misterio kafkiano y la tensión atmosférica, con la aparición de diversos personajes masculinos, todos interpretados por Rory Kinnear, que vienen a exponer todos los miedos de Harper; un niño, un acosador, un policía y un cura, entre otros.

Así, la confusión y el enigma que esto puede resultar para el espectador da paso rápida e inteligentemente a un simbolismo como respuesta al estado emocional y sentimientos de la protagonista, donde lo fantástico y hasta lo grotesco nos empieza a hablar, a través de la defragmentación de la masculinidad más tóxica, de violencia de género y los traumas de las experiencias, las consecuencias de los daños y las culpas, la manipulación y, por supuesto, la capacidad de superación. Garland es capaz de abstraerse de cualquier discurso feminista o antimachista con acierto, llevando el análisis a una zona donde la muerte cobra un sentido espiritual de rehacer y volver a nacer, con una mujer víctima obligada a enfrentarse a sus peores temores.

El trabajo de la nominada al Oscar Jessie Buckley (‘The Lost Daughter’) destaca por su interpretación siempre coherente con la sucesión de hechos, directriz que Garland promueve constantemente, alejando a sus personajes de los gajes y estereotipos que tanto ensucian la dialéctica cinematográfica, especialmente dentro del terror. Mientras que Rory Kinnear (‘Penny Dreadful’) resulta brillante en una multipersonificación, dándole una variedad inagotable de matices a personajes tan complejamente desequilibrados, gran responsable del estado anímico que la cinta nos consigue traspasar.

Probablemente para cierto tipo de espectador, la mayor virtud del cine de Garland es también su principal defecto, al dejar de lado las autoconclusiones y optar por el perspectivismo de la realidad en su trabajo. Aún así, el director vuelve a ejecutar, con más aciertos que sombras, una obra audiovisual compleja desde lo humano, gratificante desde lo técnico y desasosegante y abrumador desde lo escénico, esta vez con el terror como herramienta para deconstruir una realidad que golpea fuerte en una sociedad que, afortunadamente, vive tiempos de cambio.

Compartir
Tuitear
Enviar